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“Una casa de dinamita” en Netflix: la paranoia nuclear está justificada
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“Una casa de dinamita” en Netflix: la paranoia nuclear está justificada

“Una casa de dinamita” en Netflix: la paranoia nuclear está justificada

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El inicio de “Una casa de dinamita” es casi de rutinaria contemplación: escenas de gente despertándose a las 4 de la mañana, saliendo a trabajar cuando apenas comienza a asomarse el sol, apurando el desayuno, embarcándose en los primeros y vacíos buses. Se nos presenta así la idea de un día cualquiera en Washington, una jornada común y corriente que en un instante se tornará excepcional: aparecen de pronto indicios de un ataque nuclear contra Estados Unidos y lo que empieza como una dudosa alarma se convierte en una catástrofe inminente.

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Dirigida por Kathryn Bigelow –artífice de cintas como “Punto de quiebre”, la ganadora del Óscar “Zona de miedo”, y “Los días más oscuros”–, esta película se perfila como una crónica de los momentos previos a una debacle en tierras norteamericanas. Desde la primera alerta sobre el misil que se aproxima a miles de kilómetros por hora, los estudios para determinar de dónde proviene el ataque, las apuradas y torpes discusiones para saber cómo defenderse y si es momento de contraatacar, y el aterrador cálculo de las posibles consecuencias que acarrearía el impacto de la ojiva sobre Chicago.

Experta en el manejo de la tensión y una violencia no siempre explícita sino latente, Bigelow diseña un ‘thriller’ político apasionante, que se desarrolla esencialmente desde escritorios, con múltiples personajes: un nervioso funcionario de la Agencia de Seguridad Nacional, una joven militar paralizada por el miedo, o el Secretario de Defensa que piensa al mismo tiempo en la vulnerabilidad del país y en poner a salvo a su hija. Mención aparte para la figura del Presidente de los Estados Unidos, que durante buena parte de la cinta apreciamos solo como una pantalla en negro, una cámara apagada durante la dramática videoconferencia en que se buscan decisiones trascendentales (inevitable recordar la escena real de George W. Bush en una escuela inicial, sin saber cómo reaccionar cuando le avisan que las Torres Gemelas venían siendo atacadas en setiembre del 2001).

“Una casa de dinamita”, además, está narrada casi en tiempo real: los 20 o 30 minutos previos al impacto del misil se relatan al filo de la hecatombe, entre el suspenso y el terror; y cuando estamos a puertas de llegar al desenlace, la película regresa esos 20 o 30 minutos atrás para volver a contar los hechos desde otras perspectivas. Así, como un “Rashomon” que no pierde ni un ápice de intensidad y más bien genera una creciente ansiedad, la cinta de Bigelow somete al espectador una y otra vez a una intriga que no necesita desplegar grandes explosiones, reacciones airadas, ni siquiera definir a un enemigo claro. Lo más escalofriante de su propuesta es saber que estamos más cerca de lo que creemos de una crisis como la mostrada. Y que en nuestros tiempos la paranoia parece estar completamente justificada.

Calificación: 4 de 5

SOBRE EL AUTOR

Periodista. Ha sido becario para los Talent Campus del Festival de Cine de Berlín (Berlinale) y el Festival de Cine de Buenos Aires (Bafici). Labora en El Comercio desde el 2016.