En plena hora punta, el sonómetro –un instrumento que mide el sonido casi de la misma forma que el oído humano– marca 95 decibelios. Dos fríos dígitos son insuficientes para describir el ‘soundtrack’ del caos en la avenida México, en el ingreso al emporio comercial de Gamarra: cláxones incesantes, cobradores y jaladores que atraen a sus pasajeros a los gritos, restaurantes y vendedores al paso que ofrecen sus platillos a través de megáfonos.
Noventa y cinco decibelios (db) también equivalen al ruido que emiten una cortadora de césped o un tren subterráneo. La exposición continua y prolongada a ruidos de esa magnitud es perjudicial y –a la larga– podría generar daños irreversibles, incluso la pérdida progresiva de la audición.
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Haz clic en este audio para escuchar cómo se oye la Av. México, a la entrada de Gamarra:
“Nos hemos acostumbrado al ruido y nos hemos ido adaptando a convivir con este. Por eso, nos llama tanto la atención cuando salimos de las ciudades y no escuchamos sonidos molestos. […] Un ruido de 80 decibelios o mayor nos produce trauma acústico y puede lesionarnos el nervio auditivo”, explica Gianpiero Gaita, médico otorrinolaringólogo y docente de Medicina Humana de la Universidad Científica del Sur.
Esta semana, ECData recorrió algunas de las zonas con mayor contaminación sonora en Lima Metropolitana, de acuerdo a los datos almacenados en los 50 módulos que la Autoridad de Transporte Urbano para Lima y Callao (ATU) tiene instalados en la ciudad.
La información de ATU contiene promedios diarios, pero con un sonómetro medimos, segundo a segundo, el ruido en las horas punta, momentos del día en los que precisamente se registra más tránsito de peatones y vehículos.
Los distritos con mayor número de puntos críticos son: Santiago de Surco (5), Ate (4) y Lince (4).
Entre los puntos más ruidosos de Lima Metropolitana están cuatro hospitales: Ventanilla, Dos de Mayo, Santa Rosa y el hospital del Niño. Los dos primeros están entre las diez zonas con mayor contaminación sonora de la capital.
Por ejemplo, en la entrada a Gamarra –el tercer lugar con más ruido en la ciudad– se hace difícil conversar sin alzar la voz con alguien ubicado a centímetros de distancia. En la zona, los cobradores de transporte público incluso utilizan altavoces sin control.
Los Estándares de Calidad Ambiental (ECA) para Ruido peruanos –establecidos por decreto supremo en el 2003, hace más de dos décadas– establecen 70 db como límite en el horario diurno (de 7 a.m. a 10 p.m.) y 60 en el nocturno (de 10 p.m. a 7 p.m.) en el nocturno para zonas comerciales, como Gamarra.
En las áreas residenciales, el valor permitido es menor: 60 decibelios en horario diurno y 50 en el nocturno.
“El último ECA es muy antiguo, además de que pone límites máximos para el ruido, pero los generaliza. Se necesitan precisiones, ordenanzas y sanciones específicas para quienes sobrepasen los límites establecidos. […] Nos hemos adaptado al ruido y a la bulla, pero esa normalidad no está bien, porque perjudica nuestra salud”, explica Karina Chuquispuma, decana de la Facultad de Ingeniería Ambiental de la Universidad Científica del Sur.
Bulla cotidiana
A 12 km del emporio comercial, en el cruce de las avenidas Javier Prado Este y Flora Tristán, se ubica otra de las zonas con mayor nivel de contaminación sonora de la ciudad. Según el promedio reportado por ATU, el promedio diario de decibelios es mayor a 77.
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Haz clic para escuchar el ruido en el cruce de las avenidas Javier Prado Este y Flora Tristán:
En el lugar, el cual visitamos por la mañana, El Comercio comprobó que se registran picos superiores a 85 db. Un panorama similar se observa en la estación Matellini de Chorrillos, con picos mayores a 91 db.
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En la Av. Grau, a unas cuadras del hospital Dos de Mayo, los megáfonos de los vendedores repiten sus ofertas en un bucle interminable. Lo mismo sucede en el cruce de las avenidas Alfonso Ugarte y Venezuela, frente al colegio Guadalupe.
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Haz clic para escuchar el ruido en la Av. Grau:
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Haz clic para escuchar el ruido en el cruce de las avenidas Venezuela y Alfonso Ugarte:
“Los efectos [del ruido] para el campo psicológico también son graves. El estrés producido por ruido ambiental es una preocupación principal. Debido al continuo y masivo aumento de los volúmenes de tráfico, tanto vial como aéreo, el estrés causado por el ruido ambiental ha tenido un incremento constante en su duración y en el área afectada”, advierte la Asociación Médica Mundial.
En las zonas con mayor contaminación sonora hay factores comunes. “Generalmente, hablamos de avenidas, zonas con mucho flujo de personas. Hay mucho transporte informal y la flota de vehículos de transporte público forma es muy antigua y no se ha actualizado. A eso hay que sumarle la falta de regulación”, añade Chuquispuma.
María Quevedo, directora de Calidad Ambiental y Ecoeficiencia del Ministerio del Ambiente, señaló que es necesario fortalecer las campañas de educación ambiental.
“Una gran fuente del ruido son los automóviles: la bulla de los cláxones en zonas con tráfico y los dispositivos que se colocan a los vehículos, sobre todo motos, para que sean aún más ruidosos. Hay un componente adicional que es el parque automotor antiguo”, indicó.
Según un documento de la Asociación Automotriz del Perú, el Perú es el tercer país con el parque automotor más antiguo entre más de 20 naciones evaluadas, con 14 años. Solo Colombia (14.9 años) y México (15.3 años) superan esa cantidad.
Para Quevedo, también “es importante que los gobiernos locales mejoren la zonificación territorial” para reducir la contaminación sonora en la ciudad.