Para Tatiana Espinosa no hay nada mejor que sentarse a la sombra de un árbol. Ella es la directora de Arbio, una organización peruana sin fines de lucro fundada en el 2010 y liderada por mujeres –junto a sus hermanas Rocío y Gianella– que está a cargo de una concesión de 916 hectáreas de bosque (9,16 kilómetros cuadrados, el tamaño aproximado de todo el distrito de Miraflores) en la cuenca del río Las Piedras, en Madre de Dios. Allí, hay árboles, como el shihuahuaco, lupuna, quinilla, catahua y cedro; 25 especies de mamíferos (entre jaguares, pumas, venados y tapires); 70 tipos de anfibios y reptiles; y 250 de aves. Diversidad en su máxima expresión.
“Las amenazas son grandes. La deforestación –en lo que va del año llegó a 23.000 hectáreas, la mayoría en Madre de Dios–, la tala ilegal y la expansión de monocultivos son las principales”, explica Tatiana. Así, una de sus mayores preocupaciones es el cuidado del shihuahuaco, en peligro de extinción, pues lo están talando para exportarlo como parqué a China y Estados Unidos. Este es un árbol emergente de lento crecimiento, que llega a los 50 metros de alto y 1, 50 metros de diámetro luego de unos 1.000 años. Y es el hogar del águila arpía, el ave rapaz más grande de América.
A veces las heroínas no llevan capas, sino camisas largas, pantalones cargo y botas de jebe. Por su labor, este año Tatiana Espinosa fue galardonada con el Jane Goodall Hope and Inspiration Ranger Award, otorgado por la International Ranger Federation y la organización The Thin Green Line, siendo la primera latinoamericana en recibirlo. “El premio pone en relevancia la importancia de conservar el bosque amazónico y de trabajar de manera sostenible con este ecosistema. Es un incentivo para continuar en esta batalla”, dice Tatiana.
Ahora, hagamos una travesía al pasado. La conexión entre Tatiana y los árboles empezó en el Jardín Botánico de la Universidad Nacional Agraria La Molina, cuando tenía 10 años; se desarrolló al estudiar Ingeniería Forestal y se fortaleció en el 2005 cuando pasó seis meses recorriendo castañales para su tesis de licenciatura.
“Desde que me dieron la concesión, siento una enorme responsabilidad. He prometido a los árboles cuidarlos, que seguirán en pie, y puedo sentir cómo me protegen. Quiero sacar el bosque adelante”. Para ello, claro, se requiere financiación, pues son un equipo pequeño a cargo de un proyecto inmenso. “Tenemos muchísimas ganas, pero no es fácil. Necesitamos apoyo. Las personas y empresas pueden adoptar hectáreas y, desde el próximo año, árboles, o auspiciarnos. Juntos podemos hacer algo a favor de la Amazonía, que ocupa el 60% de nuestro territorio”, concluye.
Vamos, abraza un árbol. ¿Has sentido su energía? Este puede ser el primer paso para convertirte en un vigilante del bosque (y un nuevo aliado de Arbio). Encuentra más información en www.arbioperu.org