
En una mesa cercana a la mía, dos amigos de siempre disfrutan de un almuerzo largo con una energía contagiante. Quizá se están reecontrando después de tiempo, o quizá solo quieren celebrar. Ríen, se toman su tiempo para elegir los platos, cerveza y canchita en la mesa, y la fiesta empieza. En el medio se encuentran con algún que otro conocido, piden los fondos, y llaman a más amigos para que se unan luego.
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No me quedo lo suficiente para ver si, en efecto, llegan más invitados, pero la escena me deja con una idea que me acompaña durante todo el día: la buena comida tiene ese efecto revitalizador en el espíritu. Nos abre el apetito para el gozo, y nos invita a querer compartir. Sobre todo, después de un cebiche.
Estamos en Pimentel, un restaurante de comida norteña ubicado en una esquina bastante colorida de Surquillo. La gente llega temprano, y el sitio se llena: mi primera recomendación es tomar precauciones e ir temprano. Total, el barrio ofrece mil y una opciones para aprovechar la tarde.
Al frente de la operación se encuentra el chef y creador de contenido Ernesto Noriega (@ernestococina). Cuando no está grabando videos para sus redes y su programa en Alacocina TV, o supervisando alguno de los proyectos gastronómicos que asesora, Ernesto suele pasar su tiempo por aquí, comprobando que sus últimas innovaciones en la carta marchen en orden, y que sus comensales se lleven la mejor experiencia posible.

Pimentel abrió originalmente en otro local y en otro distrito, en 2023. Tras mudarse a Surquillo -lo cual fue un acierto— los socios sumaron a Ernesto para darle el toque final al concepto y redondear la propuesta. El formato de comida norteña le cayó como anillo al dedo al cocinero: su papá es de Piura y su mamá de Trujillo, y muchos platos de su repertorio más personal nacen de aquellas influencias, además de una estrecha relación con el mar desde niño.

El menú actual es corto, pero hay algo para todos: desde el que únicamente quiere probar comida marina, en cebiches, arroces o causas, hasta el que busca preparaciones más tradicionales como el espesado, el seco de cabrito o el arroz con pato.
Si bien el local es pequeño, ir en grupo no está descartado. Es la mejor manera de poder probar un poco de todo, teniendo en cuenta que las porciones son generosas y la carta cumple en cuanto a variedad. Abren de martes a domingo, de 12 m. a 5 p.m. El sábado recién comienza: que tenga sabor a norte. //
UN BUEN COMIENZO
A veces, me provoca ir a algunos restaurantes en dos tandas. Una primera vez para probar solo las entradas (hay que admitirlo: no todas se pueden compartir y muchas veces nos llenamos rápido) y otra para probar con calma los fondos. Eso me pasa por aquí: el pan con pejerrey (grande, casi un plato único), los distintos tipos de cebiches, el tamalito verde, la porción de papa a la huancaína... imposible escoger solo uno. No es mala idea basar nuestra experiencia en las entradas y probar un poquito de cada una. Los segundos pueden ser para otro día. Garantizo que con hambre no nos vamos a quedar.
EL RICO TACU TACU
Desde que tengo uso de razón, los frejoles y —en especial— el tacu tacu ocupan un lugar muy importante en mi corazón. La mayoría de locales sirve el tacu tacu en forma de papa rellena, redondo y alargado en las puntas, y no tengo ninguna queja al respecto. Aquí, sin embargo, sale como una suerte de lengüeta, superdorado en ambos lados (es decir, siempre te toca parte del crocante) y bañado en picante de mariscos. Volveré para comerlo de nuevo.