Un cisne de humo en el cielo fue lo último que vieron los familiares de los siete tripulantes del transbordador espacial Challenger, luego de que la nave explotara 73 segundos después de despegar del Centro Espacial Kennedy, en Cabo Cañaveral, Florida.
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La NASA tenía la misión de poner en el espacio un Tracking and Data Relay Satellite (TDRS) y un Shuttle Point Autonomous Research Tool for Astronomy (SPARTAN), el primero era un satélite que tenía la función de establecer comunicación entre los controladores de tierra y otros satélites, y el segundo era una plataforma astronómica que liberaba en órbita a los transbordadores y que en esa ocasión tenía que analizar al cometa Halley, que en aquel entonces se encontraba cerca del perihelio.
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El Challenger fue designado para el traslado del TDRS hacia el espacio. Primero se había previsto lanzarlo el 22 de enero de 1986, pero el evento tuvo que postergarse hasta en cuatro oportunidades por diversos factores como el mal tiempo en el punto de aterrizaje transatlántico de aborto de Dakar, Senegal, problemas con la escotilla de acceso exterior, condiciones climáticas, etc.
Finalmente, pese a las advertencias, los pronósticos del clima para aquel 28 de enero y las recomendaciones de que no se realice el lanzamiento, el personal de la NASA dio la orden de que se ejecute el despegue. Todas estas circunstancias combinadas con un defecto de diseño causaron la falla del principal cohete propulsor y provocaron un colapso estructural en la nave espacial.
La aeronave estaba tripulada por el comandante Francis R. Scobee; el piloto Michael J. Smith; el especialista en cargas útiles Gregory Jarvis; y los especialistas de misión Ronald McNair, Ellison Onizuka, Judith Resnik y la profesora de secundaria Christa McAuliffe, todos ellos eran parte de la Misión STS-51L. Se trataba del equipo de astronautas más diverso reunido por la agencia espacial norteamericana: dos mujeres, una de ellas judía; un afroamericano y un asiático-americano.
Se suponía que McAuliffe, una profesora de secundaria de New Hampshire, sería la primera maestra civil y estadounidense en el espacio. Fue seleccionada como parte del programa Teachers in Space (Maestros en el espacio). Tenía apenas 37 años y vivía con sus dos hijos. Logró su pase al espacio tras ser escogida de entre once mil participantes del concurso de la NASA, pero terminó perdiendo la vida.
En aquella fecha, Estados Unidos era uno de los países protagonistas de la Guerra Fría (1947 - 1991) y el presidente Ronald Reagan (1981 - 1989) trataba de mandar el mensaje del dominio de su país en la carrera espacial al enviar al primer civil al espacio exterior: la maestra Christa McAuliffe. Nunca se imaginó que el gran espectáculo se convertiría en una de las mayores tragedias de la carrera espacial de los Estados Unidos.
Todo ocurrió ante los ojos del mundo, que esperaba con entusiasmo el momento histórico; sin embargo, todo lo que se recuerda de aquel día es la explosión. La cadena CNN transmitió en vivo el suceso, que también fue visto en todos los colegios de Estados Unidos debido a que la NASA instaló una transmisión satelital especial para las escuelas de todo el país.
Los familiares de los tripulantes se abrazaban en las tribunas del Centro Espacial Kennedy, tratando de entender lo que acababa de suceder. En el lugar también se encontraban alumnos de primaria que habían ido a ver el lanzamiento de una nave espacial, pero lo que observaron fue una verdadera tragedia.
Lo que había ocurrido en ese momento era que el tanque de combustible externo del Challenger había colapsado debido a una fuga, lo que liberó hidrógeno líquido y oxígeno líquido, generando una bola de fuego gigante, eso hizo que pareciera que la nave había explotado.
La noche anterior al “gran momento”, Allan McDonald, director del Proyecto de Motor de Cohetes Sólidos del Transbordador Espacial para la contratista de ingeniería Morton Thiokol, se negó a firmar una recomendación de lanzamiento para el Challenger por motivos de seguridad.
Comisión Rogers
El físico norteamericano Richard Feynman, uno de los más grandes científicos del siglo XX y Nobel de Física en 1965 por sus contribuciones en la electrodinámica cuántica, fue elegido para integrar la Comisión Rogers creada por el presidente Ronal Reagan para investigar lo sucedido con el Challenger.
La comisión también estaba integrada por figuras reconocidas como William P. Rogers, antiguo secretario de estado de los Estados Unidos, y los reconocidos astronautas Neil Armstrong y Sally Ride. Así figura en la página web de la NASA.
Según la NASA la posibilidad de un error era de uno en cien mil, pero Feynman logró demostrar que los científicos habían concluido que el riesgo era mucho mayor: de uno en doscientos. Y que la decisión de realizar el lanzamiento ese 28 de enero, luego de haber sido pospuesto en otras oportunidades, pese a las condiciones climáticas adversas se había debido a cuestiones políticas.
Durante una audiencia televisada y en medio del testimonio de un directivo de la agencia espacial, Feynman tomó la palabra y mientras hablaba agarró un círculo de goma, muy parecida a la que se coloca en el cabello de las niñas, y lo sumergió en un vaso con agua helada. Al rato mientras seguía con sus preguntas al testigo, metió dos dedos en el vaso y sacó el círculo de goma. El frío la había puesto rígida, había perdido su flexibilidad.
Fue así como con ese simple experimento, Feynman convenció a millones de personas que el problema del Challenger estaba en las juntas tóricas, unas piezas que debían sellar compartimentos pero que con el frío se ponían rígidas. Esa falla fue la que provocó la tragedia.
Lo que más llama la atención es que varios especialistas habían pedido aplazar el lanzamiento de la nave por las caídas súbitas de la temperatura en Cabo Cañaveral; sin embargo, no fueron escuchados por circunstancias políticas. Es por ello que en el informe final de la Comisión Rogers, Richard Feynman obligó a que se incorporara una frase bajo amenaza de no suscribirlo: “Para una tecnología exitosa, la realidad debe prevalecer por sobre las relaciones públicas; la naturaleza no puede ser engañada”.
Se desconoce el momento exacto en el que murieron los pasajeros del Challenger; sin embargo, las investigaciones determinaron que algunos sobrevivieron a la ruptura inicial de la nave, pero esta carecía de un dispositivo de salida de emergencia y los astronautas no sobrevivieron al impacto contra el océano.
Controversia con Beyoncé y llegada a Netflix
En enero de 2014, la NASA dijo que el desastre del transbordador espacial Challenger “nunca debería ser trivializado” ante una nueva canción de Beyonce que incluía un audio grabado justo después de que la nave explotara.
La agencia espacial emitió un comunicado después de que la estrella pop comenzara a ser criticada por los familiares de las víctimas del Challenger y otras personas por usar la muestra de sonido que incluye las palabras “falla total”.
“El accidente del Challenger es una parte importante de nuestra historia, un recordatorio trágico de que la exploración espacial es riesgosa y nunca debería ser trivializado”, señala el comunicado de Lauren B. Worley, secretaria de prensa de la NASA. “La NASA trabaja todos los días para honrar la memoria de nuestros astronautas caídos al realizar nuestra misión de alcanzar nuevas alturas y explorar el universo”.
Entre los que criticaron su uso se encontraba June Scobee Rodgers, viuda del comandante del Challenger Dick Scobee. Scobee Rodgers dijo en un comunicado a ABC que estaba decepcionada y dijo que el uso de ese sonido es “emocionalmente difícil”.
“Mi corazón está con las familias de aquellos fallecidos en el desastre del Challenger. La canción ‘XO’ se grabó con la más sincera intención de ayudar a sanar a aquellos quienes han perdido a sus seres queridos y para recordarnos que pueden ocurrir cosas inesperadas, así que amen y aprecien cada minuto que tengan con las personas que sean más importantes para ustedes. Los compositores incluyeron el audio para reconocer el trabajo desinteresado de la tripulación del Challenger con la esperanza de que nunca sean olvidados”, respondió la artista a ABC News.
En tanto, Netflix estrenó en setiembre del 2020 el documental “Challenger: The Final Flight”, que muestra el lado humano de la tragedia del transbordador.
La serie, dividida en cuatro capítulos, muestra la misión espacial, la vida de los siete tripulantes del Challenger que murieron, por qué ocurrió el accidente y la investigación que siguió.
La serie profundiza en la psicología de los protagonistas principales, recreando las agendas de todos los involucrados, desde la tripulación hasta los proveedores externos de la NASA.
Caso Columbia
Siete astronautas más morirían 17 años y cuatro días después del Challenger el 1 de febrero de 2003, cuando el transbordador espacial Columbia se desintegró durante el reingreso.
Esa mañana, centenares de personas esperaban la llegada del orbitador en el Centro Espacial Kennedy de Florida, muchas de ellas eran familiares de los siete tripulantes que habían pasado 16 días en el espacio en una misión con fines científicos. Sin embargo, el transbordador se desintegró al reingresar en su misión 28 y mató a la tripulación del STS-107.
La sala de control de la NASA recibió antes de la hora prevista para el aterrizaje información de los sensores de la nave que indicaba que el ala izquierda se estaba calentando en exceso. Minutos después perdieron contacto con el transbordador.
Los restos de la misión cayeron en un área de centenares de kilómetros sobre los estados de Texas y Luisiana. La historia se volvía a repetir 17 años después de la tragedia en Cabo Cañaveral.
Meses después los investigadores determinaron que una pieza de espuma de uno de los tanques de combustible se desprendió durante el despegue, golpeando el ala izquierda de la nave y abriendo un agujero en la misma que resultaría fatal cuando la nave regresó a la Tierra 16 días después.
Una comisión de investigación se creó a las pocas horas del accidente y tuvo la misión de responder a las numerosas dudas que surgieron tras el siniestro, que sería determinante en la decisión de las autoridades estadounidenses de poner fin al programa de transbordadores de la NASA.
Scott Hubbard, quien había trabajado durante más de 30 años para la NASA y formó parte de la Comisión de Investigación del Accidente del Columbia, declaró a la BBC: “Fue una investigación muy complicada. En un principio debía durar 30 días y acabó prolongándose durante 7 meses. Nos llevó muchísimo tiempo estar seguros de las causas técnicas del accidente”.
“Pasamos meses entrevistando a los integrantes del programa de transbordadores para tratar de conocer también qué problemas organizativos habían contribuido a la tragedia”, señaló Hubbard al medio británico.
El reportaje señala que a las pocas horas del lanzamiento del Columbia, los técnicos de la NASA se dieron cuenta analizando las imágenes del despegue, de que una pieza de espuma del tamaño de una maleta pequeña y de unos dos kilogramos de peso se había desprendido del tanque de combustible, impactando en el ala izquierda de la nave.
El desprendimiento de fragmentos de espuma protectora era algo habitual en los lanzamientos de los transbordadores y hasta el momento sólo habían causado daños menores, por lo que muchos en la agencia no le dieron importancia.
Además, según dice la BBC, nadie estaba seguro de si se había producido algún daño estructural en el Columbia y, en caso de que hubiera sido así, las opciones para repararlo eran prácticamente nulas.
Cada año, la NASA celebra un “Día del Recuerdo” para honrar a los astronautas caídos. Comenzó después del desastre del transbordador espacial Columbia, que se cobró la vida de su tripulación de siete miembros durante su regreso a la Tierra el 1 de febrero de 2003.
Exhibición de los restos
En agosto de 2015, la NASA decidió exhibir por primera vez al público los restos de los transbordadores Challenger y Columbia, después de haberlos ocultado durante décadas.
La exhibición en el Centro Espacial Kennedy presentó dos juegos de restos, de cada uno de los transbordadores accidentados, como recuerdo de los 14 astronautas que perdieron la vida en esas misiones.
Con esta actividad, la NASA buscó explicar cómo vivieron los astronautas en vez de precisar cómo murieron. La exhibición “Recordados por siempre” no incluyó las fotos del Challenger hecho pedazos sobre los cielos de la Florida hace casi 30 años ni la lluvia de los restos del Columbia sobre Texas hace 12 años.
¿Cómo repercutieron esas tragedias en los proyectos espaciales de EE.UU.?
“La tragedia del Challenger fue la más impactante porque explotó a la vista de todos. El presupuesto era gigantesco. Eso puso en cuestionamiento si se debía seguir con estas misiones. Luego del Columbia, la NASA tuvo que empezar a cancelar y cerrar esta misión de los transbordadores, porque no tenían la seguridad necesaria y eran muy costosos. Y también detuvo por un tiempo el proyecto de la Estación Espacial Internacional que se venía construyendo. Impactaron mucho en los planes de la NASA y de la confianza del pueblo americano en el programa espacial desde que los estadounidenses pisaron la Luna”, explica a El Comercio el ingeniero Gustavo Henríquez, jefe de la Oficina de Cooperación y Relaciones Internacionales de la Agencia Espacial del Perú – CONIDA.
Henríquez, quien también fue jefe de proyecto del satélite PerúSAT-1, señala que Estados Unidos tuvo que utilizar durante muchos años lanzadores rusos para poder llegar a la Estación Espacial Internacional y que recién con Elon Mask, EE.UU. ha podido tener un vehículo netamente americano para subir a la estación internacional. “Por eso son tan publicitados estos vuelos Space X”, comenta el ingeniero.
“Ambos programas tenían riesgos muy altos. Los norteamericanos lo sabían; sin embargo, primó demostrar su poderío, pero después se dieron cuenta que no valía la pena mantener este nivel de riesgo, además era muy costoso seguir con esto y decidieron cerrar el programa”, agrega.
¿Qué importancia tenían estas misiones? “La idea era llevar a cabo una serie de experimentos que se podían hacer en órbita y regresaban trayendo todos esos resultados. De este modo, se realizaban experimentos sobre cuánto demora en crecer una planta en el espacio, o cuánto tiempo tardan los astronautas en sufrir los efectos de la ingravidez, o si se pueden hacer soldaduras. Esta información sirve para las misiones que la NASA quiere llevar ahora a la Luna y a Marte. Ahora ya tenemos una Estación Espacial Internacional en la que hay astronautas viviendo, esos experimentos se hacen ahí”, señala Henríquez.
¿Cómo va la carrera espacial en el Perú? “Hay un hito muy importante que es el lanzamiento del primer satélite del Estado peruano, el PerúSAT-1, pese al ruido político, parece que ha demostrado ser un experimento muy exitoso. En los cuatro años que tiene funcionando ha entregado una gran cantidad de imágenes a las instituciones públicas para su uso. Esto valorizado al precio del mercado significa una cantidad de millones. El Estado debe de darse cuenta de que invertir en la carrera espacial es muy rentable, todas las naciones que lo han hecho han obtenido grandes beneficios. Por ejemplo, los aplicativos que usan GPS, como Waze y Google Maps, son viables gracias a los satélites”, finaliza.
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